La escritura digital versus la tradicional

La tecnología, en la actualidad, nos ha traído una serie de beneficios. Uno de ellos consiste en que se han eliminado las distancias físicas entre las personas. A través de distintas plataformas como Facebook, Twitter, Windows Messenger podemos dialogar con personas desde y hacia cualquier lugar del mundo; podemos, de forma más simplificada, redactar los documentos con procesadores de textos como Word; realizar estudios y recurrir a información desde cualquier lugar del mundo –y en cualquier momento-; realizar  videoconferencias para una entrevista de trabajo o para comunicarse con los amigos; ver   un espectáculo en vivo y en directo de cualquier parte del mundo; entre otras ventajas.

Dentro de este nuevo mundo, la inmediatez es una característica y condición necesaria para poder comunicarse e insertarse en el mundo digital. Esta característica ha generado que el lenguaje cambie, se transforme y que, muchas veces, se sacrifique su forma básica, original con el único fin de lograr una comunicación rápida. En varias plataformas virtuales, el lenguaje ha cambiado, pues el sentido es más importante que la forma. Por eso, encontramos construcciones oracionales como “Carlos qdo ctgo pal cine hoy?” o frases muy utilizadas por quienes se comunican a través de estas plataformas digitales. Esta nueva forma de utilizar el lenguaje ha creado un código de nuevos símbolos y palabras para los usuarios digitales, código que muestra una gran riqueza en cuanto a la creatividad para generar nuevos lenguajes, pero que, le ha  generado un grave problema a otros registros: el lenguaje informal  ha ingresado en los campos de la educación y el mundo laboral.

Dentro del mundo universitario, algunas de las más grandes interferencias que existen entre el lenguaje informal digital y el académico están en el campo de la ortografía. Dentro de las posibles explicaciones, más allá del continuo uso del chat y las redes sociales en general, podemos sumar cuatro: la falta de hábito de lectura, el desconocimiento de las reglas generales de acentuación, la falta de atención en la escritura de las palabras y la creencia de que los procesadores de texto, como el Word corregirán automáticamente todos los errores ortográficos y gramaticales. Los estudiantes obvian, de forma sistemática, las estructuras de las palabras y, con ello, inevitablemente, el uso de las tildes y de las grafías del castellano. Más de una vez, hemos escuchado expresiones como: “si se entiende, qué importa cómo se escriba” o “pero si sí se entiende”. De esta forma, la escritura de “avia” (no la marca de zapatillas), “abia” o “había” significan lo mismo que “había”; lo mismo sucede con  “asia” o “hacia”, que, sin importar que uno es continente y el otro es preposición, son escritos indistintamente.  Cuando el lenguaje informal ingresa en el mundo académico y laboral, se crea un problema, pues, si bien ambos, el lenguaje formal y el informal, son válidos y útiles, cada uno tiene su espacio y su momento.

Si bien la escuela es el primer lugar que ofrece un contacto con el lenguaje académico, la universidad debe reforzar su importancia y hacer tomar consciencia sobre el uso adecuado de la acentuación y ortografía; esta es importante no por una cuestión solo formal sino de sentido y de estandarización. El lenguaje es importante, porque nos permite expresar ideas, elaborar sentidos y transmitirlos. En el mundo académico, es muy importante que la transmisión de conocimiento siga ciertas pautas formales que están, prácticamente, estandarizadas sin importar  el idioma o el país. Si bien es cierto que el uso de un recorte en las palabras y la supresión de las tildes agilizan la comunicación en las redes sociales, recordemos que existen otros registros lingüísticos y que, en el caso del campo escolar, universitario y laboral se debe utilizar una forma diferente de escribir.